Quería dejarlo todo anotado, todo, que no se perdiera nada en el olvido. Sabía que eso no le ocurriría –olvidar-, pero incluso sabiéndolo había algo que le impulsaba a hacerlo, aunque ni siquiera ella podía comprenderlo del todo. Se preguntaba, que por qué si ahora era feliz; si tenía todo por lo que lucho de aquella manera; si le había vuelto a encontrar y ahora caminaban de nuevo juntos; si en su casa se volvía a respirar en familia; si sentía, mas fuerte que nunca, el amor que casi perdió hacía él y también el que él le tenía; si había logrado encontrase con ella misma y ahora sabía lo que quería; si todo esto y mucho más, ¿por qué entonces no podía olvidar?.
Quizás, de esa manera, anotándolo todo y volcando sus sentimientos, intentara llenar el gran vacío de su ausencia. Si, quizás debía ser eso.
Recuerdo,-anotó en su cuaderno-, cómo según iba leyendo, algo se iba moviendo dentro de mí. Ese dolor y desgarro que sentía al leerle (la repulsa, los celos desgarradores y el rechazo visceral a todo lo que a ella le expresaba), y la rabia cuando ella le hablaba y le contaba lo que sentía, se iba entremezclando con una lectura casi complaciente, cuando ella le hablaba a él de su vida. En esos momentos de lectura, recuerdo como mis primeros sentimientos hacía todo lo que de ella leía, iban dando paso a un deseo de querer conocer más a aquella persona. Increíblemente, olvidaba quién era ella y lo que significaba su presencia en mi vida, y me sumergía en todo lo que decía, lo que expresaba, lo que contaba, en como lo hacía, en su manera de afrontar la vida, una vida difícil y a veces casi increíble. También según la leía, me daba cuenta de cómo mi vida, nuestra vida de pareja ya estaba muerta cuándo ella llegó; de cómo éramos actores en nuestra propia casa a la que nos agarrábamos como náufragos a una tabla; de cómo nos había llevado el silencio y la soledad de cada uno, a nuestro propio infierno y cómo habíamos solucionado -él y yo- la evasión de ese infierno: en cómo él se había refugiado en ella y yo en mi trabajo y en una amargura que me había ido petrificando.
Al leerla incluso podía entenderla cuando la veía sufrir y no podía odiarla cuando la leía feliz, pero sobretodo era capaz de entender todos los sentimientos que él, le provocaba a ella. Me era tan fácil entender lo que él desataba en ella.
Dejó de escribir, cerró cuidadosamente su pequeño cuaderno y lo guardó, como hacía siempre, sin volver a leer lo que había escrito.
Imagen de :Carolyn Jewell Hamilton
Del álbum: CJ´s Art - For the pure joy of it
Creo que a veces las mujeres sobrevaloran a los hombres, sobre todo cuanto más jeta tienen, bien con jeta de corderos, de loros o de leones. Besos.
ResponderEliminarCreo Leovi, que el amor, los celos, la baja autoestima, la soledad ....es una mezcla explosiva que a veces nos impide ver.
ResponderEliminarEl tiempo aplaca todo.
Un beso