sábado, 6 de noviembre de 2010

Máscaras


Cuándo piensa en ese paso que dio un día, ahora tan lejano y a la vez tan cercano, sabe y siente que es lo mejor que hizo y que no debe dudarlo ahora por sentir su ausencia como un abandono. Sabe, que de no haberse plantado entonces habría terminado ahogada en la que tristemente era, y también sabe que fue una victoria suya, que lo hizo antes de sentirse escuchada y que lo hizo en el momento exacto: antes del derrumbe final de su vida. También sabe que fue ella sola la que se arrojo al vacío, sin saber lo que resultaría pero decidida a cambiar su vida y, que una vez que saltó y cuando ya estaba apareciendo la que realmente era, fue cuándo encontró esa mano amiga. Todo eso lo sabe, pero a veces duda tanto y se hace tantas preguntas intentando entender, que tiene que volver a su cuaderno y releer su vida.


Llegó un momento en que ya nada me importaba, pensaba que ya nada tenía arreglo y que no podríamos seguir juntos. No encontraba nada a lo que agarrarme, todo se había desmoronado a mí alrededor, ni siquiera pensar en mis hijos me impulsaba a querer seguir luchando. No encontraba sentido a nada de lo que hacía ni a la forma en que vivía, simplemente no quería seguir viviendo de aquella manera. Ni siquiera podía recordar cuándo había sido feliz, pero sobretodo, me ahogaba ver en lo que todos nosotros nos íbamos convirtiendo.

Quizás fue esto último lo que le hizo reaccionar y decir: basta. Comprendió que no podía seguir de aquella manera y que era mejor terminar con toda aquella farsa que no llevaba a ninguna parte, y cuando lo decidió, pudo empezar a quererse. No lo hacía antes. No era feliz consigo misma y de ese modo no podía serlo con nadie. Se creía menos de lo que era, no había sabido nunca valorar quien era, no se aceptaba y siempre pensaba, que le faltaba algo, que tenía que tener otras aficiones, otros gustos o pensar de otra manera. Cuando realmente se plantó y fue capaz de decir: aquí estoy yo, yo soy ésta y no otra, éstos son mis gustos y éstas mis aficiones, éstas mis prioridades y ésta es mi forma de entender la vida y de sentir.
Cuando empezó a mirarse, a aceptarse, a no intentar ser otra y fue capaz de mostrarse, entonces y solo entonces, empezó a ser feliz y a vivir, y en ese momento comenzó a recuperar su vida.
Todavía tendría que andar mucho, de hecho todavía continua andando. Tuvo la gran suerte de hacer parte de ese camino, que había iniciado sola, acompañada, y de esa manera tuvo valor para seguir conociéndose, para regresar a esa infancia de la que huía, a esos huecos vacíos y ausentes que aún hoy no ha recuperado, y aceptar lo que si pudo recordar y su mente tenía ocultado. Aceptó el origen de esa forma de ser que tenía, la baja autoestima y pudo comprender tantas cosas que antes no entendía.
Pero todo eso lo escribiría otro día.

4 comentarios:

  1. Es extraño cómo a veces nos cuesta recordar con exactitud cómo se sucedieron ciertos acontecimientos importantes en nuestras vidas, cómo nos sentíamos, qué nos impulsó a dar los pasos que dimos.

    El estado que narra tu protagonista ofrece pocas alternativas: o seguir viviendo como un moribundo y prolongando una larga agonía, o atreverse a dar el salto hacia una nueva vida, enfrentándose a todos los miedos que decisiones como ésta traen consigo.

    Es sincera y valiente. Poca gente está dispuesta a reconocer que no es feliz en su vida, poca gente se atreve a romper con lo que le hace daño y a darse otra oportunidad.

    Me alegro por ella.

    Un beso!

    ResponderEliminar
  2. Si, creo que de vez en cuándo conviene pararse y recordar ciertos momentos importantes de nuestra vida, que a veces olvidamos demasiado rápidamente.

    Es dificíl admitirnos que lo que falla somos nosotras y no el resto del mundo, pero cuándo llegamos a esa conclusión hay que actuar.
    Yo creo que lo más difícil para dar ese paso (el que da la protagonista)es el miedo y la incertidumbre a lo que pueda aparecer al otro lado de esa puerta, y eso hace que muchas veces nos quedemos con lo que tenemos aunque no nos llene.

    Besos.

    ResponderEliminar
  3. De nada sirbe escarbar mucho en el pasado, a no ser que seas historiadora, arqueóloga...El pasado que vemos desde el presente no es igual que el que vivimos en aquellos momentos y por supuesto nunca lo podremos volver a vivir. El tiempo que le dedicamos al pasado, a ese pasado que no podemos modificar, se lo estamos robando al presente. El pasado no fue como lo pensamos, lo enmascaramos. Creo que lo mejor es quitarse la máscara y vivir el presente a cara descubierta, que ya tendremos tiempo en el futuro de enmascararlo. besos.

    ResponderEliminar
  4. Estoy de acuerdo en lo que dices Leovi de que el pasado desde el presente no es igual al que vivimos y que pasado es. De hecho solo siete meses desde que escribí esto se me hace ahora una vida, pero si que creo que tampoco debemos olvidarlo, creo que tenemos que darle su justo valor y sin perdernos en él, vivir el presente.
    Un beso

    ResponderEliminar