Amar siempre la vida.

Tan solo hacemos, en cada momento, lo que simplemente podemos, y en un mismo espacio -y demasiadas veces en un mismo tiempo- almacenamos la marea de sentimientos que la vida arroja sobre nuestras vidas. Y luego, es solo cuestión de tiempo, que todo aquello sin raíz verdadera se deshiele en simple agua. A veces suavemente como el rocío en la mañana y otras, con desgarro -como las palabras rotas y las que arrojan silencio, los dichos si hechos y los hechos dichos, las mentiras adornadas, los adornos mentirosos, las medias verdades y las verdades falsas, los te quiero en que se obvia y mientras tanto...te quiero, los siempre que cambian de repente por un hasta luego, la llamada franqueza que solo encierra vileza, la falsa ternura que es sólo una máscara, los te ofrezco mi hombro para empujar más abajo, y tantos, tantos otros pedruscos de hielo.- Pero después del deshielo y del húmedo diluvio -si amas la vida- siempre amanece y es labor nuestra -y solo nuestra- dejar que la marea negra fluya y salga fuera, para que no nos inunde encharque y críe herrumbre. Y qué mejor combustible para secar los charcos que escuchar tu risa y sentir el abrigo de tu cálida mirada, que devuelve con creces, las ganas, la ilusión y la esperanza. Y qué mejor remedio para poder superarlo que amar siempre la vida.